elogio de las cosas sencillas, en vísperas

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Cuando se pasa muchas horas en un hospital es bueno darle importancia a las cosas sencillas, como el cuaderno mínimo en el que se escriben apuntes, el alféizar de la ventana que hace de nevera o las zapatillas de andar por casa que son una cosa que a la larga te hace sentir bien.



A mí me han servido éstas, por su diseño deportista, que me han permitido hacer kilómetros de pasillo e incluso pasearlas por las aceras del barrio, cuando se hace necesario hacer la compra de esas cosas que siempre faltan: unas pilas, una cerveza, unas flores, incluso comida. Porque no siempre la comida del hospital se hace llevadera. Sin embargo hoy, en el día internacional de la discapacidad ("capaces de todo", a pesar de haber perdido la batalla -no la guerra- por una cama supletoria), la comida fue sumamente simbólica: carcamusas de Toledo y alubias pintas del páramo leonés.


Como en buenas vísperas, hemos hecho un brindis con nuestro amigo Ovidio, que está aprendiendo chino en sus vísperas del viaje a los monasterios que le seducen. Otro día contaremos su historia. Hoy se concentró con las manos sobre el vientre de Virginia. Y brindó también nuestra sobrina, la princesa Natalia, que con sus padres posaron en la última foto del álbum antes del nacimiento.



Mañana temprano, mientras la luna está en creciente y en acuario, en el mes de sagitario, bajaremos al quirófano.

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